viernes, 17 de abril de 2015

MARATÓN DE HOUSTON, MI CRÓNICA

Dicen que más vale tarde que nunca. Así que antes de que pase más tiempo he decidido escribir mi crónica sobre el maratón de Houston.

Han pasado justamente tres meses desde el día que lo corrí. Pero cuando algo te marca y te importa pueden pasar los meses, los años y ese recuerdo sigue vigente, tan fresco como si fuera ayer.

Correr maratón es una experiencia extraordinaria. Cuando corremos experimentamos muchas emociones, no solo en el maratón, sino desde la preparación. Es planear, visualizar, trabajar y llegar. Y cuando cruzamos la META del maratón se experimenta un climax maravilloso.

Sería mi cuarto maratón. El primero, Monterrey fue especial por ser el primero. El segundo, por ser mi primer Major (Chicago) además fue la primera vez que corrí ya con un plan diseñado con entrenador, y con un objetivo, calificar a Boston. El tercero espectacular BOSTON, mi segundo major y además especial porque era mi regreso después de estar casi un año detenida por una serie de lesiones que fueron difíciles de afrontar. Y este cuarto no se quedaba atrás, era el primero después de la lesión para ir por una marca. Además era demostrarme que podía seguir mejorando a pesar de las adversidad, a pesar de las lesiones, a pesar de los muchos “no puedes” que me encontré en el camino.

18 de enero 2015 era la cita, Una semana antes del maratón me topé con muchos nervios, más que en los tres anteriores. El clima era uno de mis obstáculos, Houston es una ciudad impredecible en cuanto a clima. Una semana antes las lluvias que habían en la ciudad eran constantes, además del frío y viento. Sin embargo ya nada me detenía, con lluvia, frio o viento, yo correría Houston. Pero la suerte estuvo de mi lado y el clima cambio dos días antes del maratón, la lluvia se detuvo, los vientos bajaron y ya a lo único que me enfrentaría era a la humedad.

LLEGAMOS A HOUSTON
En esta ocasión me acompaño toda mi familia, ellos son mi mayor motivación y estarían ese día conmigo, eso para mí era importante.

La ciudad de Houston es una ciudad hermosa. No esperaba encontrarme la misma publicidad ni apoyo que en un major, e hice muy bien porque cuando no esperas nada, lo mejor llega. Sorprendente fue encontrarme con una ciudad empapada de carteles anunciando el maratón. Donde íbamos, restaurantes, tiendas, centros comerciales, los lugareños nos preguntaban si nuestra visita tenía que ver con el maratón. 

LA EXPO
La expo es grande, muchas marcas, muchos productos, muchos corredores, mucho amor por el running. Como es mi costumbre recorrí la expo de inicio a fin y salimos con algunos souvenires. Después a conocer la ciudad de Houston, pues algo que podemos conjuntar con correr es conocer. Correr carreras y maratones en otras ciudades, nos sirve de vacaciones y esta no era la excepción. Dicen que un día antes del maratón hay que descansar, pero creo esa regla nunca la he aplicado, conocer es parte del show maratoniano.



En la expo conocí a Ailyn, una corredora regiomontana que conocía a través de las redes. Yo soy muy despistada, pero afortunadamente ella no y me reconoció. Platicamos un rato, es bonito encontrar a gente que te topas en este mundo del running y después conocerla de manera personal. Una linda chica con quien hasta la fecha mantengo una amista y contacto.



LLEGA EL MARATÓN
Nunca he podido dormir mucho un día previo al maratón, pero éste rompió récord, no dormí nada. Mis vecinos de habitación decidieron hacer una fiesta esa noche y entre su escándalo y mis nervios no pude dormir ni 5 minutos, pensé que eso afectaría en mi rendimiento, pero no me preocupo. Sabía que había entrenado y que la desvelada quizá afectaría, pero de que cruzaba la META, la cruzaba. 

Salimos mi esposo Mario y yo del hotel alrededor de las 5.45, nuestro hotel estaba a tres calles de la META, así que antes de las 6 am estábamos en nuestro corral. 

Nuevamente me topé con otra sorpresa, Arturo un corredor que también conocí por redes. El mundo es tan pequeño que te encuentras con todas esas personas con quienes alguna vez interactuaste y compartes ese gusto por correr. Nos saludamos, platicamos un rato, nos deseamos éxito y continuamos nuestro camino para encontrarnos con esos 42.195

SALIDA
Se escucha el himno de los Estados Unidos, un himno que me pone la piel chinita, precisamente porque siempre lo relaciono con correr. Termina el himno y suena el disparo de salida, a CORREEEEERR y disfrutar la fiesta del maratón.



Cuando corro maratón me pasan tantos pensamientos en la cabeza, pienso en tanta gente. Gente que quizá ni siquiera se imagina que pienso en ellos. Pienso en mi esposo, mis hijos, mis padres, mis hermanos, mis amigos, mi entrenador, mi equipo y en otros corredores que quizá sin saberlo me han motivado. Pienso en los entrenamientos, en las altas y bajas tanto de mi vida como de la carrera y eso me motiva, porque me hace sentir fuerte, me hace sentir que a pesar de las adversidades estoy ahí enfrentándome al reto del MARATÓN, al reto de correr 42 km con 195 metros. Al reto de demostrarme que cuando tengo un sueño trabajo y lo cumplo, al reto de hacer lo que me gusta aunque otros me digan que es imposible, al reto de sonreír a pesar del cansancio, porque estoy cansada después de 42 kms pero feliz, al reto soñar durante el sueño, pues es normal para mi correr el maratón y estar pensando en el que sigue, al reto de VIVIR mi instante.

Corrí a muy buen ritmo los primeros 21kms, el medio maratón lo pase a 1.41 minutos. Me sentía bien, no me sentía cansada; pero correr un maratón es un arte y no es fácil aprender ese arte, lo averigüé minutos después. 

En el km 30 aparecía una enorme pancarta con un muro destrozado por una pierna con un tenis de corredor que decía “kicking the Wall” Me sentía tan fuerte, km 30 y el cansancio que sentía era poco, veía cerca la meta.
Sonreía, no podía más que sonreír, correr me genera mucha felicidad y yo suelo sonreír cuando corro. 

En el km 36 comencé a sentir un calambre en el gemelo derecho, no lo podía creer, mi ritmo era muy bueno, y cuando lo sentí lo único que pude pensar fue: “Dios mío que no me dé el calambre, porque si me da, me para por completo”. Baje ritmo, y seguí así 500 metros, el dolor se tranquilizó y al parecer el calambre no me daría. Seguí trotando y en el km 38 intente apretar. Volví a recuperar el ritmo promedio que traía, pero en el km 39 el calambre regreso.

Lo hermoso de correr, es que es un deporte donde el único rival a vencer es uno mismo. En éste maratón intentaba ir por una marca, mejorar mi tiempo de 3:30 que tenía en Chicago; antes de los calambres estaba segura lo conseguiría, pero a partir del segundo calambre preferí no pensar en eso y  no mirar el reloj, baje ritmo y sentí que mi objetivo de mejorar se venía abajo. Pero a pesar de eso no te rindes. Pensaba: “Quizá no se me hará mejorar la marca, pero terminar el maratón eso seguro lo haré”.

Trote, no volví a ver el reloj hasta el km 41. Al llegar al km 40 comencé a sentir el cansancio, trotaba, no sé a qué ritmo.  Faltaba un poco más de un kilómetro y decidí mirar el reloj y ahí me topé con la sorpresa, mi tiempo hasta el km 41 era de 3 horas con 19 minutos. No pude más que sonreír, creía había perdido mucho tiempo, pero al parecer no, todavía podía hacer marca. Esa fue motivación para mí y la energía que necesitaba para terminar con todas las fuerzas que tenía regresaron. Me sentía deshidratada (los calambres sucedieron por deshidratación después me explico el nutriólogo, eso a consecuencia de la humedad). 

Casi llegando a la meta, unos 400 metros antes había un chico con un gatorade (imagino para un amigo o familiar), no me dio pena pedirle, de hecho se lo pedí con la mirada. De las cosas mas satisfactorias que te topas en un maratón, es la generosidad de las personas que van a echar porras. Sin decirle nada y solo con la mirada él me estiro el brazo y me ofreció de su gatorade y me dijo “good luck”. Ya casi lo conseguía, esos últimos metros recuerdo haber apretado ritmo, quizá no mucho, pero yo sentía que volaba

Vi la META y quise llorar, me contuve, porque cuando lloro no puedo correr, cruce sonriendo y solté el llanto de alegría. Cruce la META con un tiempo de 3 horas 25 minutos. Había conseguido mejorar mi marca personal, pero sobre todo había superado los obstáculos, los dolores, los llantos para poder demostrarme que podía seguir haciendo lo que tanto amo, CORRER.



Correr nos regala alegrías, pero también enseñanzas. Por primera vez había “padecido” un maratón y lo pongo entre comillas porque en realidad no se sufre. Estaba contenta, de hecho agradecía que me hubiera sucedido. ¿Cómo agradecer que sufras? Pues es que la vida es así con sufrimientos, sin ellos no sabríamos lo que son las alegrías. En ninguno de los tres maratones anteriores había sufrido, considero que ya me tocaba sentir un poco de “dolor”; ese dolor tan satisfactorio por “sufrir” algo tan hermoso como es EL MARATÓN.



Mi cuarto maratón me dejo con la misma sensación que los tres anteriores: ¡quiero correr otro maratón!.

Corriendo aprendí que si amas algo, si te apasiona algo, si te hace vibrar y gozar, tienes que buscar la forma de mantenerlo en tu vida. 

Gracias Houston, te  conocí de la mejor manera que se puede conocer una ciudad, con el corazón y un par de tenis puestos.

#AmoCorrer 
#AmoCorrerMaraton 
 ❤️